La ironía es una de las formas más inteligentes para realizar críticas y el cuento o el discurso dramático es el canal perfecto para hacerlo. En los talleres de cuento y estilos narrativos para empresas es común enseñar a contar historias en lugar de simplemente hacer descripciones de productos, de ahí que el storytelling, por ejemplo, sea una metodología efectiva para ese propósito. Sin embargo, contar historias no es fácil, no todos saben hacerlo ni todas resultan atractivas.
¿Quieres ser un experto en storytelling? Comienza por escribir cuentos, entiende su composición y narrativas y descubre el mensaje más allá de la historia. Esto es esencial, dado que un buen texto siempre tiene un mensaje en el que se debe hacer hincapié. En este post, verás la estructura de un cuento, que tiene inicio, nudo, desenlace y además expone varios personajes con conflictos. Mantén una lectura activa, más allá del entretenimiento, para que descubras su metamensaje, porque los buenos comunicadores saben estructurar mensajes finos dentro de una narrativa. Este cuento es el resultado de un taller de empresa en el que se pidió a sus participantes que construyeran u cuento a partir de unos personajes.
La Herencia de los Menesterosos
El Despertar
Gimió, con tal estruendo por su prisión, el Gran León, hijo vilipendiado de los reyes del Imperio del Más. No soportó la humillación de los leones blancos, y junto con otros miembros de la selva, como leones marrones, leones color panteras, leones morenos y muchos leones amarillos emprendió una extenuante lucha por acabar con su sufrimiento. La misión no era fácil. Debía convertir en combatientes a por lo menos dos mil animales, que sólo trabajaban para el sustento diario y el pago de la cuota a los reyes del Imperio. Sin embargo, el Gran León era un buen lector. Le encantaba la política, y la poesía era el adorno de sus discursos. Él supo aprovechar su oratoria y suscitó en los reprimidos animalitos un valor por sus vidas y existencia. No obstante, en la selva aparecieron las primeras miradas dudosas. El león color pantera, con sus garras afiladas, le dijo al Gran León: pero si tú eres uno de ellos. Tienes el mismo color, altura, y físicamente eres muy parecido. Incluso a veces pareces amigos de ellos de tanto que hablas. Hasta tu vestidura es la misma ¿no será que a través de ti nos están planeando una trampa?
¡No!, dijo el Gran León. Yo nací en esta hermosa selva. He visto los rojos atardeceres y las verdes montañas; también, el rostro amable de cada animal y hasta me he embriagado con maíz fermentado, y no con vino blanco ni whisky. Creo en la vida y el valor de estas tierras. Y también sé que nosotros somos sus únicos dueños porque aquí nacimos.
Pero… ¿y quiénes son esos únicos dueños que tú dices?, replicaron los leoncitos morenos.
Ustedes, los leoncitos morenos, que fueron los primeros habitantes de estas tierras cuando los leones blancos desembarcaron y robaron nuestras riquezas, como oro, piedras preciosas y demás; también los leoncitos color panteras, traídos cruelmente de selvas lejanas a cambio de sufrimiento y esclavitud, asimismo los leoncitos marrones, que son hijos entre leones color panteras y leones morenos; también los leoncitos cafés, hijos de leones blancos y leones morenos
Ajá, tú lo has dicho, somos dueños de esta selva quienes aquí hemos nacido y tenemos unos rasgos parecidos, dijeron los leones amarillos. En cambio tú, aunque naciste acá no perteneces a nosotros. Para ser hijo de esta selva se necesita tener algún descendiente cercano, y lo más cercano que tienes son los reyes del Más.
Se equivocan, leoncitos, porque si eso que ustedes dicen fuera cierto, sólo los leones morenos serían los únicos dueños de esta selva, porque ellos toda la vida han vivido aquí. Si te das cuenta, los leones color pantera son de otras selvas, los leones marrones son producto de la unión entre leones morenos y leones color panteras, y ustedes sí que menos son de aquí. Aunque no lo quieran aceptar, hacen parte de la Península de las Luces y también de la Selva Original. Incluso se parecen a mí. Esto no debe ser motivo de disputa entre nosotros. Por el contrario esto debe unirnos, para así tener lo mejor de cada uno y atacar al enemigo. Debemos vencer esas rivalidades. ¡Dense cuenta! poco a poco estamos actuando como los leones blancos, observando como enemigo a todo aquel que es distinto. Yo soy un amante de estas tierras, y el contraste de sus miembros me enamoró. Y si quieren un argumento fuerte para que vean que soy un Original mi esposa es una leoncita marrón, así como ustedes. Y mis hijos son aun más marroncitos, tanto que de lejos parecen leoncitos color pantera. Por eso… podré no ser original de esta selva pero mis hijos sí, y por ellos lucharé. Porque… amor es buscar el bienestar en el otro.
La Selva Original rápidamente fue convencida por las palabras del gran león blanco, Amse, quien por el maltrato recibido parecía tener un color amarillo en su pelaje. El gran león blanco gritó entonces y dijo: ¡vamos!, quiero que de cada familia venga un líder que esté dispuesto a amar a su prójimo.
Su voz pareció surtir efecto, y una andanada de animales se reunieron en el Trópico del Común. Amse se sorprendió, pues había más de cuatro mil especies esperando recibir instrucciones para empezar atacar al enemigo. Pero él conocía muy bien la Selva Original y, posándose en frente de todos, dijo: “al parecer ustedes no comprendieron correctamente mis palabras. Yo dije que sólo vinieran quienes estuvieran dispuestos a amar a su prójimo. En un principio, lo sé, todos son capaces de decirlo, pero en nuestras condiciones la acción es un compromiso con la historia… y nosotros somos la historia. Por ello, quienes estén dispuestos a entregar sus vidas para conformar el Ejército Natural, quédense aquí y únanse a la gloriosa herencia.
Muy pronto se formó un alboroto en el Trópico. Ires y venires de animales se veían. Al cabo de una hora quedaron sólo dos mil, la mitad del grupo anterior. Todos lucían firmes y dispuestos a seguir las órdenes que se le dieran. Amse comenzó con un discurso serio y emotivo. Justo aquí dejó relucir sus dotes de orador.
-Todos tenemos derecho a la felicidad, leoncitos. Esa que nos ha sido arrebatada por la avaricia y orgullo de otros. Muy probablemente ustedes no conocen sentir felicidad, y yo menos. Nuestros antepasados sí, esos que vivieron antes de que se avistaran barcos en las costas, cuando sólo habitaban leoncitos morenos. Hoy somos víctimas de prácticas dolorosas que en algún tiempo vivieron leones en el desierto. Los habitantes de las Luces pretenden tomar el control del mundo a causa del sufrimiento eterno de otros, sino observen lo que han hecho con los leoncitos color pantera, los han sacado de sus tierras y los esparcieron por el mundo como mercancía. Los leones blancos se enrabiasen si ven sonreír a otro que no hace parte de su manada. Lo que para nosotros es motivo de regocijo y elixir de nuestras almas, como la variedad y las distintas lenguas, para los leones, y en general todos los habitantes de las Luces, es motivo de burla. Pero lo que verdaderamente esconden es un profundo mal del cual estamos desprovisto quienes habitamos esta selva, la envidia. Envidia porque nos sobra lo que a ellos les hace falta, y envidia porque no necesitamos lo que a ellos les sobra. No quiero decir que seamos perfectos, pero sí tenemos todo para ser felices, lejos de ese mundo iluminado del que tanto se jactan ellos. Yo que he visto sus discusiones no son tan felices como nosotros, los de la Selva Original.
Ellos piensan en tener, tener y tener cada vez más y eso les genera angustias y mucho dolor, como guerras y la pérdida de sus seres queridos. Nosotros en cambio pensamos en dar más, y tener más descendientes para que disfruten de este mundo. Lastimosamente ese deseo nos ha sido robado. Incluso, algunos no pueden pensarlo porque nacen naturalmente impedidos. Ellos sólo quieren borrarlo de nuestra memoria así como lo hicieron con los leones de cabeza roja en las selvas del norte. Ellos ahora están replegados, fuera de sus ríos, de sus montañas; hoy lucen hacinados y la muerte es más cercana. Por eso, debemos actuar pronto, o mañana habremos desaparecido o lo que es peor: seguiremos sirviendo nuestras vidas a la felicidad falsa de ellos, como estrellas titilantes que adornan su imperio de luces.
Todos los leoncitos sacaron a relucir sus pechos, y se mostraban seguros de atacar al enemigo. Las palabras de Amse fueron emotivas y algunos leoncitos morenitos escurrían lágrimas, pues recordaron la muerte de sus padres a causa de los leones blancos. Pronto, Amse los organizó para el entrenamiento y posterior ataque a la cúpula del Más.
Se Conforma un Ejército
Amse decidió dividir al principiante ejército en cuatro batallones, cada uno de quinientos miembros. Luego, se detuvo en frente de los cuatro batallones y vio que necesitaban de un líder que los dirigiera y llevara a cabo las órdenes para el ataque. Sacó a tres leones blancos Sereno, Móvil y Tuni, y uno amarillo, Rodi. Ellos comandarían cada batallón y dirigirían las operaciones de ataque. Empero, los demás leoncitos vieron con recelo la decisión de Amse. Ya surgían los primeros murmullos y eso inquietaba a Amse. Los leoncitos color pantera, los morenitos y los amarillos se incomodaron por la decisión.
Los comandantes de cada batallón, Sereno, Móvil, Tuni y Rodi se reunieron con sus tropas. Les explicaron cómo sería el ataque para sacar a todo el Imperio del Más de la Selva Original. Pero más allá de las explicaciones, lo que observaban los comandantes era el carácter de los miembros de sus tropas. Vieron que el temperamento de algunos leones era fuerte y sus voces tenían pertenencia en el grupo, sobre todo de los leoncitos color moreno. Amse reunió a todo el Ejército Natural nuevamente y les dijo que para atacar al enemigo se necesitaba, aparte de amor y sacrificio, de algunos recursos económicos con los que sostendrían la Campaña Libertadora. Por ello, les exigió a cada soldado, salvo los comandantes de cada batallón, que trajeran cincuenta monedas de oro del tesoro de las casas. Asimismo, estos debían traer una espada, una lanza y un escudo, todo en acero.
-“Vayan a sus moradas, soldados enamorados, despídanse de sus esposas, de sus hijos y oren a Dios, aquel que ve con desagrado la aflicción, porque esta quizás sea la última vez que vean a sus familias, pero tengan seguro, sus nombres no tendrán últimas veces en el recuerdo y la pasión de quienes habiten estas tierras”. ¡Vamos!
Todos los leoncitos fueron a sus cobijos, y en medio de lágrimas, se despidieron de sus esposas e hijos. Tomaron de sus tesoros familiares las cincuenta monedas de oro, y de sus pertenencias sacaron espadas, lanzas y escudos. Algunos no tenían las suficientes monedas, por lo cual sólo llevaron la mitad. Otros extrajeron algunas monedas de más para comprar las herramientas solicitadas.
Mientras tanto Amse y los cuatro comandantes, Sereno, Móvil, Tuni y Rodi hablaban con total alegría entre sí. Parecían amigos de toda la vida y asimismo no demostraban temor por lo que vendría después. Ninguno quiso ir donde sus familias, pues se sentían a gusto con su nuevo rol, y eso les llenaba toda necesidad. Amse les preguntó cómo vieron a las tropas y cada comandante le dio su punto de vista. Sereno aseguró que sus tropas son fuertes y parecen soldados entrenados de hace mil años. No observó alguna conducta negativa en sus soldados y dijo que se la llevó muy bien con todos, incluso aseguró que tenían una disciplina tan fuerte como la voluntad de emancipación de la Selva Original. Móvil pronunció pocas palabras y dijo que debía conocerlos un poco más, pero que todos parecían convencidos de iniciar la lucha. Tuni, por su parte, vio que algunos leoncitos venían de familias con tesoros grandes y solamente dijo que con ellos se podrían obtener beneficios muy grandes. Rodi, el leoncito amarillo, en cambio, dijo que había varios leones espigados, con voz fuerte y un temperamento que causaba miedo. Le aseguró a Amse que en cualquier momento ellos podrían desequilibrar al batallón e inclusive al Ejército Natural. Explicó que era perentorio crear un seudónimo para todos los comandantes así como unas normas de cortesía para demarcar límites y autoridad. Amse los escuchó a todos, pero vio con agrado las aclaraciones de Rodi. Luego de una seria conversación llegaron a la conclusión de que era necesario crear unos códigos y etiquetas para la comunicación de los miembros del Ejército. Nadie sabía cómo hacerlo hasta que a Rodi lo propuso.
-“Debemos parecer leones con autoridad. ¿Y quiénes tienen autoridad en esta selva?... los leones del Más. Ellos ya crearon unas normas y con ellas se rigen, y mira ¡cómo les ha servido!, porque nos tienen dominados. Me parece que imitemos su modo de mando y lo apliquemos aquí.
Amse y los demás comandantes aprobaron la idea con un gruñido rotundo. De ahora en adelante los leoncitos debían pedirle permiso a los comandantes para hablar y casi observarlos como alguien designado por Dios. Estas normas consignaban, además, la facultad de otorgar castigos a quienes ellos consideraban lo merecieran. Ahora, de simples comandantes al frente de un batallón de quinientos soldados, eran coroneles. Amse les dijo que por supuesto serían coroneles con todo lo que ello implica, como un buen pago y reconocimiento público.
Llegaron todos los leoncitos y rápidamente se formaron en sus respectivos batallones. Venían con sus herramientas. Rodi se puso en frente de su batallón y dijo ¡firmes! Nadie le entendió qué quería decir, y su pelaje amarillo se tornó colorado. Los leoncitos no sabían las nuevas normas. Rodi tuvo que explicarle al batallón lo que había sucedido y cómo debían dirigirse de ahora en adelante. Amse, al ver la confusión de los batallones, se dirigió al Ejército Natural. “Debemos organizar a nuestro ejército y orientarlo siempre por el camino del bien. La disciplina será nuestro gran baluarte y nos llevará al triunfo; las órdenes serán la aplicación de ésta, y obedecerlas nos garantizará, además de formarnos como leones íntegros, la conducción a la derrota del Más”.
Todo el Ejército nuevamente de deslumbró ante las palabras de Amse. Amse pidió las cincuenta monedas de oro de cada leoncito y las reunió en una bolsa de fique, que de ahora en adelante sería su fiel acompañante. También pidió varios escudos y lanzas. Como le gustaba moldear metales, hizo una gran coraza de hierro que cubrían todos su cuerpo y lo protegía contra cualquier tipo de ataques.
Amse dio las coordenadas para el ataque a la cúpula del Más. Pero vio que sus soldados ya no lucían con un espíritu guerrero y mostraban un rostro propio de los finales de cada mes, cuando debían pagar los impuestos a la cúpula del Más. Al Gran León no le gustó ver a las tropas con ese ánimo. Recordó lo que un león de otro hemisferio dijo una vez: no permitas que tus tropas mengüen su ánimo porque de pronto serán como simples piedras en un camino. Para subir el ánimo de su Ejército Natural creó un lema con el que todos se identificarían. “Fieras naturales, con Dios todos iguales”. Asimismo cada leoncito ya no sería llamado como soldado sino que respondería al vocativo de fisol, un vocablo primitivo que traduce en busca de la libertad. Amse supo controlar el ánimo de las tropas y, con ánimo de fiera enfurecida, gritó fuertemente el lema “fieras naturales, con Dios siempre iguales”. No hubo ningún león que fuera indiferente ante las palabras de Amse. Todos gruñeron tan fuerte que agitaron las nubes y un fuerte aguacero adornó la emprendida de la Campaña Libertadora. Amse llamó a los comandantes de cada batallón y les ordenó no hacerse al frente de las tropas sino mezclarse entre ellas para disminuir la apariencia de superioridad. No obstante, les dijo que ellos serían sus líderes y quienes impartirían las órdenes.
Comienza la batalla
La Campaña empezó. En dos días llegarían hasta la cúpula del Más. Sería una misión sorpresa. En el recorrido los leoncitos que no tenían espadas las consiguieron con otros leoncitos a quienes les sobraba. Todos quedaron bien equipados y listos para el ataque. Amse por su parte no se puso la coraza de hierro y era el primero en las filas del Ejército. Guardaba muy bien su bolsa de monedas, tanto que parecía un miembro más de su cuerpo: a los lejos se avistaba como una joroba. Ningún leoncito mostró cansancio y todos eran un solo ejército. Luego de lluvias, escalar montañas y luchar contra víboras terrestres, el Ejército Natural vio el palacio del Más. Amse dio instrucciones a cada batallón y les dijo cómo atacar.
El Ejército Natural, gritando “Fieras naturales, con Dios todos iguales” ingresó al palacio del Más. El batallón de Rodi ingreso al palacio y con lanzas y espadas derrotó a los leones blancos que custodiaban a Perfecto, el rey del Imperio del Más. Pero Perfecto supo escapar y con rapidez salió corriendo. Por la premura, este dejó su tesoro, más de mil bolsas repletas de monedas de oro. Los demás batallones, junto a Amse, combatían fuertemente con los círculos de seguridad del rey. Muchos leones del Ejército Natural murieron defendiendo a su selva. Las lágrimas en los ojos de los moribundos fisoles parecieron dar ánimos al Ejército Natural. Amse protegió la bolsa con monedas y su coraza la prestó a los fisoles heridos. Rodi por su parte siguió adelante con siete fisoles, para atrapar al rey del Más. Fue difícil la búsqueda, pues Perfecto se escabulló muy bien. Sin embargo, como Rodi se fue con varios leoncitos morenos, estos conocían muy bien el terreno y los olores de extraños. Así Indi, un leoncito moreno, descubrió a Perfecto. Él estaba muy cansado y tenía mucha sed. Indi en cambio estaba intacto pues toda la vida había trabajado fuertemente y era bastante musculoso. Perfecto le dijo a Indi: “déjame ayudarte, yo sé que tienes muchas necesidades. Déjame ir, y si quieres ven conmigo, y conocerás la luz. Serás luz y brillarás.
Si quieres toma estas monedas que tengo guardadas en mi traje y ven conmigo. Tu familia también vendrá con nosotros, pero déjame ir”. Indi, con lágrimas en los ojos, recordó cómo su papá murió mientras le rogaba a un león blanco que no lo matara porque no tenía la cuota mensual del imperio. Indi, observó las monedas, las tomó y las lanzó a los cielos.
Gruñó fuertemente y atrapó a Perfecto. Lo llevó donde estaba Rodi y juntos fueron al Palacio del Más. Los siete gritaban el lema Fieras naturales, con Dios todos iguales. Se acercaron al lugar de la batalla y a lo lejos vieron el verde pasto de la Selva Original cubierto de rojo, era la sangre de varios fisoles y también de soldados blancos del Más. Rodi vio cómo había perdido más de medio batallón. En las ventanas del palacio se veían cuerpos de fisoles fallecidos aún con la espada en sus garras. Llegaron, y el Más se había consumado. Fue más difícil tomar la decisión de atacar que la batalla. Las lágrimas cubrieron los ojos de todos, salvo de Amse. El Ejército Natural quedó reducido a setecientos fisoles, pero el Más desapareció por completo de la Selva Original. Indi le presentó a Amse al destronado Rey.
Amse dijo: “La avaricia ha cegado tu pueblo, y la sangre de ellos es hoy el fruto maldito de querer más y más y más. Hoy se ha roto una cadena de mentiras en el mundo. La estrella titilante de la Selva Original no alumbrará más la Península de las Luces; el amor y la justicia, sí. Hoy, Dios me ha devuelto el valor y con estos habitantes de la Selva Original sí tengo dignidad, no importa si soy blanco o si nací aquí o allá. Sólo importa amar y hacer el bien. Me duele ver a muchos leoncitos blancos muertos por un odio sin razón, por una supuesta superioridad que sólo los condujo a la muerte. Procedo del Más, porque mis padres nacieron en la Península de las Luces, pero soy hijo de la Selva Original porque aquí nací, porque amo estar aquí. Hoy, más que nunca, me despojo de mi lastre de Luz y me convierto en un Original”. Y gruñó fuertemente. Amse le dio la bolsa de monedas que tanto cuidó durante la Campaña a Perfecto. Le dijo que esas monedas le pertenecían a él porque era una deuda que sus padres tenían con el Imperio de las Luces. Recordó, también, que por ello sus padres fueron presos hasta morir de hambre, sed y desolación. Perfecto no quiso recibirla pero Amse la amarró a las garras escuálidas del destronado rey.
A Perfecto lo amarraron y lo sujetaron a un árbol. Mientras tanto Amse les dijo a los comandantes que fueran por las riquezas robadas al palacio. Tuni se ofreció ir, y con un cuarto de su batallón, ingresó y sacó las mil bolsas repletas de monedas de oro. Para los demás leoncitos fue imposible no llorar. Muchos de sus camaradas, con quienes habían jugado desde cachorros en la Selva, habían muerto. Tuni, les dijo que sacaran rápidamente las bolsas, mientras observaba con detenimiento el cuadro del rey, Perfecto, en el que vestía con gabán de terciopelo y rodeado de mucho oro.
La recogida victoriosa
En medio de la tristeza por dejar a varios fisoles en el lugar de la batalla, el Ejército Natural regresó al Trópico del común. A Perfecto lo llevaron apresado de manos pero caminando y con mucho respeto por su vida. Le aseguraron que su vida estaría protegida y que debería pagar por sus injusticias. Una vez llegaron al Trópico del Común, las familias de cada leoncito estaban esperando. Fue un momento muy emotivo, y Amse tomó la palabra. “Habitantes de la Selva Original hemos vuelto victoriosos y nuestra misión ha cumplido. La Campaña Libertadora ha concluido. Varias vidas se han perdido, pero la aflicción se irá al olvido. De ahora en adelante viviremos en paz, con Dios y siempre en libertad. La palabra guerra e impuestos será un mal recuerdo, el cual nuestros hijos ni si quiera recordarán. Sí, estamos tristes, derrotar al Más costó vidas. Pero debimos hacerlo, de lo contrario todas las vidas serían originalmente esclavas.
Pronto, a Perfecto lo apresaron en una jaula y lo condenaron a diez años. Jamás se volvió a saber de él.
Un Nuevo Mundo y Muy diferente
Pasaron los meses y la Selva Original se reorganizó nuevamente. Los leoncitos, como en un principio, tenían el control de sus vidas. No necesitaban de figuras de autoridad para vivir en convivencia. Las riquezas que obtenían era para su familia, y la calidad de vida mejoró notablemente. Las extensas horas de trabajo desaparecieron y las sonrisas se veían en cada rostro. Las familias de fisoles muertos poco a poco se recuperaron de la pérdida con la ayuda de toda la Selva Original.
Los leones victoriosos, que habían visto el gran tesoro en el palacio, se preguntaron qué harían con él y cómo se repartiría a la Selva Original nuevamente. Ellos se dirigieron donde Amse, quien se encontraba reposando en su árbol de hojas amarillas. Los setecientos leones, incluidos los comandantes Rodi, Tuni, Sereno y Móvil, se reunieron para devolver el tesoro a toda la Selva Original. Amse felicitó a cada leoncito por su actuación en la Campaña libertadora. Luego dijo: “el tesoro será devuelto donde pertenece, leoncitos. Nos beneficiaremos de esto y seremos grandes”. Todos los leoncitos sonrieron y, con gritos de júbilo, aplaudieron a Amse.
Después de un tiempo, los comandantes le dijeron a Amse que la Selva Original no era la misma de hace mil años, cuando había menos leoncitos y era más tranquila. Ahora, aseguraban, debía tener unas normas para su organización y por ello se debían crear dirigentes. Tuni dijo que se debían administrar muy bien el tesoro y por eso se requería de un contador. Sereno y Móvil dijeron que todo lo que hicieran estaría bien. Rodi, por su parte, dijo que a la Selva le era conveniente cambiar de pensamiento para su grandeza y mantener la tranquilidad.
Días después toda la Selva Original fue citada en el Trópico del Común. Amse, como comandante del Ejército Natural, les explicó a todos los habitantes de la Selva sobre las mil tulas con monedas de oro que estaban en el Palacio del Más. Dijo que era mucho oro y eso requería una administración por lo cual habría ‘nuevos cambios temporales’. “Tendremos que elegir a una persona que nos dirija, a varias que se encarguen de los problemas de la gente y uno que cuide el dinero. Pero tranquilos, esto no será para siempre, sólo mientras nos acomodamos a esta nueva vida de libertad. Además, deberán pagar un impuesto pequeño por la administración de los recursos”.
Los habitantes de la Selva Original se dejaron convencer nuevamente por Amse y sus comandantes. Amse fue elegido presidente de la Selva. Sereno y Móvil fueron fiscales de la producción de comida y explotación de oro. Tuni terminó siendo el contador del tesoro, y Rodi, el procurador de los leoncitos. Los fisoles se reintegraron a la vida laboral y sólo quedó en sus memorias que por ellos, y la vida de sus amigos fisoles muertos, son libres. Una vez establecidos los cargos, Amse y los comandantes cambiaron sus nombres. Ahora le agregaban la partícula ‘de’ al comienzo. Ya no eran Amse y Rodi, sino De Rodi y De Amse. Asimismo los otros pasaron a llamarse De Sereno, De Móvil y De Tuni.
Después de veinte años la Selva Original no volvió a ser la misma. Incluso era peor que cuando eran dominados por el Más. Amse y los comandantes se apoderaron de todo el dinero. Los heroicos fisoles ahora extorsionaban a los leoncitos que explotaban la tierra, como lo hacían los recaudadores de impuestos del Más. Los leoncitos color pantera y color moreno cultivaron plantas sagradas y las comercializaban a otras selvas, así como los soldados del Más enviaban el oro y piedras preciosas. Todas las costumbres se perdieron con la entrada de los dirigentes. Los leoncitos sólo pensaban en tener, tener y tener. Los leoncitos pequeños querían ser como los dirigentes, y así se contagiaba ese mal. Después de esto nunca estuvieron enamorados como los fisoles muertos. Ahora todos eran verdaderamente originales… originalmente del Más.
Conclusiones
El anterior 'cuento' expuso una historia, pero más allá de eso tenía un mensaje directo hacia los cambios que se produjeron en la etapa colonial en varios países del mundo. En realidad, este fue el metamensaje y la idea que se quiso reforzar. ¿Lo notaste? Pues bien, como redactor siempre deberás agregarle a tus escritos un mensaje que cale en la consciencia de los lectores. Para que este sea efectivo, debe camuflarse, no mencionarlo directamente sino construir una historia en torno a él.
Con el storytelling ocurre algo similar. Siempre se cuenta una historia, pero detrás de esta tiene que haber un mensaje poderoso o llamado a la acción. Este tipo de mensajes despiertan el interés de las personas (o clientes) y produce conexiones duraderas en el tiempo. Pero... esto no es tan fácil como parece, es necesario tener clara la emoción que se quiere despertar y el mensaje que se quiere reforzar. Para ello, antes de crear una campaña tienes que señalar puntualmente el objetivo que quieres conseguir.
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