Me asombra que las dependencias de responsabilidad social empresarial más grandes pertenezcan a las organizaciones que mayores impactos negativos causan al ambiente y las comunidades; me asombra, también que en lugar de velar por el desarrollo de las comunidades se limiten a proteger la imagen de las organizaciones que representan. ¡Craso error! La responsabilidad social construye la imagen y no lo contrario.
Aún hoy, cincuenta años después del origen del término responsabilidad social empresarial, me pregunto cuál es su objetivo. Si nos referimos a sus postulados iniciales, que es reconocer el impacto de las industrias en las comunidades —hoy conocidos de forma mercantil como grupos de interés— y el ambiente para diseñar acciones que permitan su mitigación, hay claridad en torno a su función.
No obstante, la forma como actualmente las organizaciones ejecutan las políticas de responsabilidad social dista del concepto inicial, ya que en lugar de reconocer el impacto y procurar su mitigación, tienen como propósito ocultarlo todo. Sí, por ejemplo, ocultar que la explotación de níquel puede causar alteraciones genéticas u ocultar que para obtener el apoyo de los líderes comunitarios se realizaron soborno. Eso no es ser responsable socialmente. Estas prácticas tan deplorables han desvirtuado el propósito de la responsabilidad social empresarial y ponen en entredicho su valor.
Alguna vez, en medio de una conversación entre amigos, me preguntaron cuál era mi trabajo. Confiado, les dije que hacía parte del área del área de responsabilidad social de una empresa. Uno de ellos, que se llama José Luis, solo se reía y me decía que en su empresa las personas del área de responsabilidad social solo realizaban eventos y tomaban fotografías. Sorprendido por su respuesta, más allá de sentirme atacado, inicié un proceso de reflexión. ¿Tenía razón José Luis? ¿Era cierto que las áreas de responsabilidad social se dedicaban únicamente a realizar ese tipo de actividades?
En realidad, la respuesta que él me dio tenía una parte de verdad. Cuando no hay objetivos claros, es posible caer en la trivialidad. Algunas organizaciones, quizás por desconocimiento, relegan las políticas de responsabilidad social a un simple relacionamiento con las comunidades o grupos de interés. Para que la relación entre la empresa y su entorno sea efectiva, es necesario conocer de cerca las problemáticas de los grupos humanos: desempleo, hambre, falta de educación, carencias en el sistema de salud, precarización de la vivienda, entre otras más, siempre estarán a la orden del día, sobre todo en regiones del hemisferio sur, que se encuentran en procesos de desarrollo.
Son pocas las organizaciones que alinean sus políticas de responsabilidad social a las necesidades del territorio, si bien en repetidas ocasiones, como si fuera un discurso marketero, hacen mención a que preservan los ecosistemas y fomentan el desarrollo en sus áreas de influencia. Pareciera que el concepto de responsabilidad es un simple atributo para mostrar a los stakeholders (públicos) de la organización y no una política de voluntariedad que surge de la convicción por fomentar el desarrollo.
Una organización que no es capaz de promover el desarrollo de las comunidades y preservar el ambiente, difícilmente podrá reconocerse como socialmente responsable. Hoy que el mundo requiere del trabajo en equipo para contener los efectos devastadores del cambio climáticos resulta necesario trabajar en objetivos comunes. Por esta razón, una buena política de responsabilidad social empresarial debe promover los Objetivos de Desarrollo del Sostenible (ODS) de la Organización de Naciones Unidas. Esto, claramente, es diferente a tomar fotografías o entregarles regalos a niños en zonas poco favorecidas, tal como, entre risas, lo señaló mi amigo José Luis.
Trabajar por los Objetivos de Desarrollo Sostenible implica apartarse de políticas asistencialistas, como por ejemplo, simplemente dar regalos para obtener la aprobación de una comunidad. Esto, sin embargo, no significa per se que las empresas deban asumir responsabilidades que le competen a los Estados. No. Pero sí es necesario que las empresas apoyen los planes de desarrollo que desde las instituciones se diseñan.
La responsabilidad social empresarial tiene efectos directos en el desarrollo y en la calidad de vida, por lo tanto, las organizaciones deberían tomar con rigurosidad sus planes y apartarse de la trivialidad del discurso, porque este no construye por sí mismo una imagen favorable.
Posdata: apostémosle a políticas de largo plazo y dejemos de ser tan cortoplacistas, el eterno mal de América Latina.
NOTA: En esta empresa, puede solicitar el servicio de redacción de informes de sostenibilidad bajo la metodología GRI (global reporting initiative) y, asimismo, el desarrollo de campañas de comunicación para apoyar procesos de economía circular.
Comments