¿Podrían imaginar a un presentador de noticias con un traje amarillo fluorescente, acompañado de una corbata roja y un peinado extravagante? Resultaría chocante verlo. Y de seguro, la atención no se centraría en lo que comunica sino en su imagen. Es decir, el mensajero tendría prioridad sobre el mensaje, y la información, por más nutrida e interesante que fuera, pasaría a un segundo plano.
En algunos tipos de información, el mensajero no puede ser más importante que el mensaje. Y se dice que en algunos, porque notablemente en ciertos espacios informativos es más importante el “quién lo dice” al “qué se informa”. Las noticias de entretenimiento ejemplifican esa situación. La voluptuosidad de la modelo presentadora tiene preponderancia sobre la información misma y al final poco importa si se comprendió que “Shakira canceló su gira de conciertos” o que “la esposa de Peña Nieto compró un vestido carísimo”.
La publicidad a veces falla con el cliché sexista de comunicar todo a través de la imagen de una mujer atractiva. Si usted va a pedir información para un plan de telefonía, lo atiende una dama con un vestido ceñido al cuerpo, o si va por la calle caminando es normal que mujeres con prendas licradas, que les resaltan sus atributos, le entreguen folletos. La intención es comunicar un mensaje, y no observar a la modelo. Algunos creen que ‘engancha’, pero eso no concreta una venta.
El segundo axioma de la comunicación de Paul Watzlawick indica que “toda comunicación tiene un nivel de contenido y un nivel de relación, de tal manera que el último clasifica al primero, y es, por tanto, una metacomunicación”. Esto indica que el emisor del mensaje quiere ser entendido de una forma y el receptor lo entiende también a ‘su’ manera, guiados en el nivel de relacionamiento entre las dos partes. Es decir, si la intención de la ‘mensajera’ es venderle un curso de redacción, el caminante desprevenido puede no entenderlo de esa manera, dado que no hay un grado de relacionamiento. No es mostrar por mostrar, sino comunicar efectivamente.
La comunicación comercial
Imaginen que a un visitante de un centro comercial se la acercan de manera desprevenida y le vociferan: “con su tiquete de compra puede participar en la rifa de este carro”. De seguro, la duda siempre estará en el receptor del mensaje (el visitante) porque no conoce a esa persona que lo comunica. Es diferente si previamente, en la tienda donde realizó sus compras, la persona que lo asesoró le indica que puede participar en una rifa, dado que ya hay un nivel de relacionamiento (relacionamiento indica conocer a la otra persona). El mensajero, en este caso, resulta tan importante como el mensaje mismo.
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Solo las organizaciones que invierten en la capacitación de su recurso humano desarrollan habilidades comunicativas que les permiten relacionarse efectivamente con sus clientes. Saben que comunicar un mensaje depende de la destreza en el lenguaje verbal y no verbal de sus colaboradores. Esas organizaciones prevalecen el mensaje sobre el mensajero, pues tienen clara la intención de sus palabras. Las palabras, por supuesto, comunican, pero es bien sabido que el 70% de nuestra comunicación es no verbal, es decir, a través de nuestro lenguaje corporal. De ahí que toda actitud comunica y los estudios sociológicos, que en gran parte han nutrido a la comunicación y el estudio de masas, lo han demostrado.
Para que el mensaje se comunique efectivamente, se debe ser tanto hábil con la palabra como audaz con la gesticulación. Un buena sonrisa apaga el fuego de una discusión. Hoy día es notable ver cómo la imagen acompaña al mensaje, puesto que lo nutre. Esa imagen misma se replica en la vida real. ¿Quieres aprender cómo por medio de una capacitación en tu empresa? Contáctanos aquí o escríbanos un correo a informacion@redaccioncorporativa.co
Andrés Emilio Vargas
Consultor de comunicaciones
*Editor general de Redacción Corporativa