Desde hace unos años, resulta bastante común el uso excesivo de la expresión "el tema". Esta se usa para todo, pero principalmente, para evadir preguntas inteligentes y ofrecer respuestas a la ligera. Quien pronuncia esa palabra comete un grandísimo error, aunque con un tono de voz fuerte y un lenguaje corporal acertado se muestre rimbombante.
Su uso es frecuente en ruedas de prensa, y diálogos cotidianos también. Observen el siguiente ejemplo. "El alcalde dijo que era importante el tema ambiental para la ciudad porque así se protegerá el futuro de todos los ciudadanos". Y ahora, observen la misma oración sin la partícula "el tema". "El alcalde dijo que era importante una política ambiental para la ciudad porque así se protegerá el futuro de todos los ciudadanos". Nótese que en el segundo caso, la oración tiene más fuerza porque precisa la formulación de una política ambiental.
"El tema" es un comodín. Cuando no se tiene la palabra precisa, o un concepto se olvida, lo más fácil es acudir al "tema". Este gazapo está tan extendido que incluso a algunos presidentes se les escucha frecuentemente en sus alocuciones presidenciales. "El tema de la reforma a la justicia es importante para nuestro gobierno", dijo un mandatario ante millones de ciudadanos, y en pleno horario triple A. Mejor hubiera sido quitarle "el tema" y dejar simplemente "la reforma a la justicia".
Esa palabrita le quita poder y fuerza a la oración. El solo hecho de mencionarla le da tácitamente al interlocutor unos aires de desconfianza ante lo que escucha, máxime si esta persona es un conocedor del "tema" en cuestión.
Empero, surge una pregunta: ¿se puede usar la palabra el tema? La respuesta es sí, y de muchas formas. Veamos qué dice la Real Academia de La Lengua (RAE). Una de las definiciones para este sustantivo son: "proposición o texto que se toma por asunto o materia de un discurso", "asunto general que en su argumento desarrolla una obra literaria", "actitud arbitraria y no razonada en que alguien se obstina contra algo o alguien" e "idea fija que suelen tener los dementes". Son amplias las definiciones, y causan impacto las últimas dos.
El "tema" lo tienen los dementes y quienes se obstinan contra algo o alguien, como los violadores. Si en su trabajo, algún compañero habla permanentemente del mismo tema, no se asuste, porque eso hoy día es casi normal, pero eso sí, busque la fuerza para decir: ¡deje el tema!
En los medios de comunicación se mencionan varios temas (es mejor decir acontecimientos) y principalmente los presentadores de televisión se aferran con "el tema", aunque muchas veces el conocimiento sea superficial. Mediante los siguientes ejemplos, vean lo mal que se escucha cuando "el tema" sustituye a la palabra adecuada.
"Las TIC son un tema importante para este gobierno". Sería mejor decir: "Las TIC son una política pública de gran importancia para este gobierno". En el primer ejemplo no se dijo nada; en el segundo, en cambio, se especificó que es una política pública, lo cual para un interlocutor atento es un gran dato.
"El tema de las calorías preocupa bastante al Ministerio de Salud". A todas luces, resulta mucho mejor decir: "El elevado consumo de calorías en la población preocupa bastante al Ministerio de Salud". Vean que en el segundo caso se dan más datos y la precisión de la oración concede más información. Lo que "el tema" hizo fue suprimir concisión, al tiempo que opacó los pocos datos que dejó visibles.
Lo peor de "el tema" a veces no es decirlo. En conversaciones coloquiales o entre amigos suele ser más común, aunque ni en ese tipo de escenarios debería usarse. Lo peor de esa palabrita es verla escrita. ¡Sí, la escriben! Se ve en periódicos, revistas, boletines, publicidad, informes de gestión, carteleras de comunicación interna, páginas web y hasta en libros de escritores reconocidos. Yo creo que en el último caso el afán por lanzar el producto les impidió pasarlo por el corrector de estilo, lo cual está mal. Así de simple es.
Así que, usted, señor empresario, director de comunicaciones o abogado reconocido, ahórrese ese término y piense un poco más en la palabra adecuada. Así es como lo hace Redacción Corporativa, la empresa colombiana especializada en escritura para empresas. Si usted pronuncia esa palabra, téngalo por seguro: no le van a creer. ¿Por qué? Porque es una clara muestra de titubeo, duda, falta de conocimiento, precariedad en el lenguaje y un poco de pereza. Y eso no es innovación, tener intrincada expresiones inútiles para comunicar ideas.
Y si esta expresión es frecuente en el lenguaje de sus trabajadores y documentos escritos de su organización, piense muy bien a quién tiene, porque eso es una muestra de poca innovación y falta de actualización académica, que no es más que leer frecuentemente. Siempre es bueno buscar La precisión de cada palabra, como se hace en Redacción Corporativa.